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  • LA CALIDAD DE LECHE 13/5/2019

    Se comentan las particularidades de la comercialización de leche, en un esquema que debería tender a un precio definido en función de la calidad del producto. Pese a todo, actualmente la leche se paga por calidad más de los que se piensa pero menos de lo que se quisiera.

    Desde la crisis de 2001, cuando empezaron a aparecer las “notas de crédito”, el pago de la leche de acuerdo con sus atributos de calidad comenzó a desvirtuarse y de manera creciente en el sector se dejó de hablar del precio del “kg. de grasa o proteína” para que el “precio por litro” pasara a ser la referencia.

    Hoy podría decirse que ya es un uso y costumbre hablar “por litro” y compararse en la misma unidad.

    Así quedó instalada la idea de que la leche se paga por litro independientemente de su calidad y la falta de información impedía ratificar cuánto de verdad hay en esta creencia.

    En 2016 se creó el Sistema Integrado de Gestión de la Lechería Argentina (SIGLeA).

    Las industrias deben informar al sistema y a sus productores remitentes el Sistema de Tipificación (Sistema de Pago) en donde se establecen las bonificaciones o descuentos por calidad, tano composicional como higiénico sanitaria. Además, a más tardar el 5 de cada mes deben informar el precio básico que se pagará por kg. de GB y/o Proteína; este valor podrá aumentar a lo largo del mes pero nunca bajar.

    Toda esta información además de servir para que se genere la Liquidación Única Mensual Electrónica – LUME en AFIP, alimenta la base de datos del SIGLeA. A partir del análisis de la información disponible se puede decir que en Argentina “la leche se paga por calidad más de lo que se piensa pero menos de lo que se quisiera”.

    La norma vigente sugiere (no obliga) que la leche se pague como mínimo en un 80% por atributos de calidad y no más de un 20% por bonificaciones comerciales.

    Lo que surge de las estadísticas de SIGLeA es que las bonificaciones comerciales en promedio llegan al 18%, bastante menos de lo que se cree.

    Este dato estaría indicando que un alto porcentaje del valor de la leche cruda surge de su calidad, sin embargo, para un valor promedio de $ 13,50/litro, un 18% representa $ 2,43/litro, suficiente como para desvirtuar el concepto del pago por calidad.

    Lo concreto es que en cualquier actividad industrial la materia prima de calidad tiene un valor superior a la de menor calidad. Algo muy complejo tiene que ocurrir para que se rompa esta lógica.

    Muchas son las teorías respecto de por qué no se paga aún más por calidad. Lo ideal sería que este porcentaje supere el 90%.

    1)      La informalidad obliga a los industriales que compran en blanco, a pagar bonificaciones comerciales para no perder tambos.

    2)      La capacidad instalada ociosa de muchas industrias lleva que el beneficio por diluir costos fijos supere a la pérdida por el menor rendimiento industrial de la leche de menor calidad.

    3)      La logística de la leche que en Argentina forma parte del precio.

    4)      La diferencia de calidad fundamentalmente composicional (grasa y proteína) entre los tambos del país.

    La respuesta seguramente se encuentre en una mezcla de todos estos motivos.

    Si bien la marginalidad es menos de la que se piensa pero más de lo que se quisiera, avanzar en este punto no resulta fácil, pero se puede.

    La capacidad instalada del sector industrial en conjunto se encuentra trabajando al 50%, y dados los altos costos fijos que hay en la Argentina en muchos casos, aun pagando lo mismo por leche con menos sólidos, ese menor rendimiento es más que compensado por la dilución de costos fijos. El camino para mitigar este problema es el crecimiento de la producción y que las industrias más competitivas trabajen en el nivel óptimo de su capacidad instalada.

    En lo que respecta a la logística, en la Argentina la leche se paga en tranquera de tambo. Para ir hacia un sistema de pago por calidad, la leche debería pagarse en planchada de fábrica, de esta manera se sacaría al flete como un factor que distorsiona el precio. Se estima que entre un 7 y un 8% del precio es flete.

    Cambiar esto parece fácil pero seguramente en la actualidad hay un “subsidio” de los productores que están cerca de las plantas, los que tienen mucho volumen o están cerca del asfalto hacia los que están lejos de las plantas, tienen poco volumen o muchos kilómetros por tierra. ¿En qué situación quedan estos últimos productores si este cambio no se hace de manera ordenada y sabiendo cuáles serán las consecuencias?

    Finalmente la diferencia de calidad entre tambos. Algo que también ocurre es que los tambos de más altos sólidos “subsidian” a los de menos sólidos. Los tambos de altos sólidos cobran más que los de bajos sólidos por litro de leche pero el valor de los sólidos es menor que el que cobran los de bajos sólidos, lo que deja en evidencia que este alto contenido de sólidos en parte se retribuye y en parte mejora el precio del litro de los de bajos sólidos.

    Nuevamente, cuánto cobraría un productor de leche de bajos sólidos si de un día para otro deja de existir esta compensación. ¿Se podrían sostener o debería cerrar?.

    Este último es quizás el punto más sensible porque para cambiar esto hay que involucrar un cambio en la genética ya que en algunos casos no es solo un tema de alimentación, y cambiar la genética lleva años.

    En síntesis

    Nada justifica que en un país que quiere estar entre los líderes del mercado mundial de lácteos la leche no se pague de manera que se maximice la productividad industrial.

    La forma de comercializar la leche fue perdiendo esta lógica de manera progresiva. Volverla a encausar de golpe puede ser imposible, pero hacerlo de manera progresiva resulta inevitable si queremos ser protagonistas del mercado mundial de productos lácteos.

    Revista Márgenes Agropecuarios- mayo 2019, por el Ing. Agr. José Quintana (pág. 30 y 31)